3.6.16

Martín Muñoz de las Posadas. Recuerdo de una infancia

Mi pueblo… mi infancia…

Nací en la calle del Espino cuando la carretera cruzaba el pueblo desde el cantón “a Madrid 20 leguas”, calle Real, Cuatro Calles, pasando por el cementerio, camino a Montuenga.

Pueblo de agricultores, que trabajan tierras no muy fértiles, manteniendo el año y vez para el cultivo de cereales, siega de hoz, acarreo de haces a la era, trillo y aventadora, faenas que duraban mucho tiempo, hasta llevar el grano y la paja a la casa.

Pueblo de hortelanos, trabajadores de las huertas cercanas, o lejos al río y al navego, cultivo de hortalizas, principalmente de cebolla, de ahí viene lo de “cebolleros”, productos de muy buena calidad. Riego a mano desde la noria. Venta de los productos en Segovia los jueves, y en Ávila los viernes; el transporte en carros, haciendo noche a mitad del recorrido, para llegar de madrugada a su destino. Hortelanos trabajadores, sacrificados.

Pueblo de buena gente, familias numerosas, casas donde vivían tres generaciones: abuelos, padres, hijos; trabajando y ayudando todos, según posibilidades y edad.

En el centro del pueblo la plaza mayor y allí la Iglesia, con cura, casa parroquial y sacristán. En su interior la patrona: Virgen del Desprecio, un cuadro del Greco y una estatua en mármol del benefactor del pueblo Cardenal Espinosa. Junto a la plaza su palacio, entonces en ruinas, lugar de correrías de los chicos, buscando nidos y corriendo peligros entre sus paredes. En la plaza el ayuntamiento, alcaldía, secretario y alguacil. Las escuelas de párvulos con don Polígeno y de mayores con don Antonio, en la parte sur del edificio y entrando por el jardín la escuela de niñas mayores y un poco más lejos, en el antiguo hospital, las niñas pequeñas.

Cerca de la plaza, el cuartel de la Guardia Civil y sus casas, un sargento como jefe y varios guardias, servidores siempre. Cuidadores de todos y unos vecinos más.

El pueblo disponía de farmacia, atendida por don Germán, el farmacéutico. El médico don Juan y el servicio veterinario don Primo y su hijo Quico y un maestro herrador Benito.

Pueblo con artesanos que cubrían las necesidades de todos, familias de herreros, albañiles, albarderos, sastre, panaderos, etcétera.

Familias con comercio de ultramarinos atendiendo el despacho, de productos regulados por la cartilla de racionamiento (difíciles años cuarenta). Carnicerías, pescadería, frutería, etcétera.

Para los días de fiesta dos salones de baile alternando cada domingo y música de manubrio. Para el día a día un casino, bares y tabernas y un estanco para la venta de sellos, cerillas y tabaco.

Una central de teléfonos y un servicio de correos. Una línea de autobús “La Serrana” con servicios diarios a Segovia y regresó con la correspondencia y la prensa.

Felices años de mi infancia en el pueblo donde nací y adonde quiero descansar cuando llegue el final de mis días.

Francisco Escudero González
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